Sonaban unas pisadas de zapatos de suela en el silencio de las frías callejas. Era el señor Brown: elegante, soberbio y arrogante. Se asomaba por las esquinas en busca de una fulana. Tras él, de repente, una presencia. Dando un respingo, se volteó y, ágilmente, apuntó con su paraguas rosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario